Claudio Soto

Tax the rich, feed the poor

Claudio Soto Economista Jefe Banco Santander

Por: Claudio Soto | Publicado: Lunes 10 de agosto de 2020 a las 04:00 hrs.
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"Cóbrale impuestos al rico, alimenta al pobre". Eso dice la letra de la canción "I'd Love To Change The World" del grupo Ten Years After, una rockera banda de los años 70. Se van a cumplir 50 años desde el lanzamiento de este single y hoy en Chile sus acordes siguen sonando de fondo en la discusión política sobre la posibilidad de aumentar el impuesto a los ricos.

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La pandemia ha generado un profundo impacto en las finanzas públicas y las presiones por más gasto son crecientes. Es por ello que un grupo de parlamentarios planteó una moción para establecer un impuesto de 2,5%, por una vez, al patrimonio de los más ricos del país, entendidos como aquellos con más de US$ 22 millones de patrimonio bruto, con el que se esperaría recaudar US$ 6.500 millones. Por otra parte, hay que recordar que las materias tributarias son de iniciativa exclusiva del Ejecutivo, por lo que esta moción -al igual que en el caso del retiro de fondos de pensiones- le busca la vuelta, planteándose como una reforma constitucional, donde los parlamentarios sí tienen iniciativa.

Las discusiones tributarias son de por sí complejas. No solo involucran la recaudación de recursos, sino también inciden en los incentivos -por tanto, en la eficiencia económica- y en aspectos distributivos. La experiencia de las pasadas reformas en Chile (2014, 2016 y 2019) muestran lo difícil de estos debates. Por lo mismo, es importante tener claros los objetivos y evaluar si hay alternativas mejores.

Los impuestos patrimoniales a los "súper ricos" se han popularizado en los últimos años inspirados en los trabajos de Thomas Picketty que muestran que la distribución de la riqueza en el mundo ha empeorado, sobre todo en la parte alta. Desde un punto de vista teórico, y bajo ciertas condiciones, los impuestos patrimoniales tienen implicancias en eficiencia similares a los impuestos a la rentabilidad capital. Sin embargo, no son muchos los países que han implementado este tipo de impuestos y algunos que lo han hecho han debido echar pie atrás, pues no sólo no han recaudado lo que se esperaba, sino que además han visto erosionadas sus bases tributarias.

A la luz de esta experiencia, puede que esta posible reforma no recaude lo que se espera y no sea una fuente de ingresos relevante para el Fisco. Luego, la pregunta es si es pertinente elevar los impuestos en medio de la pandemia, cuando se necesita mayor liquidez para reimpulsar la economía. Puede que no sea el mejor momento. El Fisco aún cuenta con capacidad de endeudamiento para, en caso de requerirlo, allegar los recursos necesarios para apoyar a las familias y las empresas. Por otra parte, la energía política debiese enfocarse en resolver otros problemas, como el sistema de pensiones, cuya reforma no puede seguir esperando.

Hace un mes, el Gobierno y los parlamentarios de oposición acordaron un marco para el gasto en los próximos dos años y quedó establecida la constitución de un fondo -financiado a través de reasignaciones y emisión de nueva deuda- para girar recursos desde ahí. Dado este marco, los déficit públicos se mantendrán elevados y la deuda subirá. Hacia adelante será importante avanzar en una consolidación fiscal que permita ir reduciendo los déficits, tal como lo destacó el Consejo Fiscal Autónomo la semana pasada.

Para lograr esto, se requerirá racionalizar el gasto y, posiblemente, discutir un nuevo pacto tributario, pero su definición debe ser estudiada con calma y poniendo todos los elementos sobre la mesa. Hay tiempo para hacerlo. Luego de una seguidilla de cambios impositivos, es necesario buscar un acuerdo amplio que nos permita mayor estabilidad en esta materia.

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